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Siempre se ha hablado mucho de liderazgo y seguro que cada uno de nosotros tenemos una idea sobre lo que significa ser un buen líder. Pero desde la publicación del libro de Daniel Goleman en 1996 “La inteligencia emocional”, que se convirtió en Best-Seller mundial, sabemos de la importancia de nuestra capacidad para dirigirnos con efectividad a nosotros mismos, de conectar con nuestras emociones, de automotivarnos, de vencer nuestras frustraciones etc. La inteligencia emocional empieza por la conciencia de uno mismo y con la conciencia social, es decir, cuando somos capaces de reconocer las emociones y sus consecuencias en todo lo que nos rodea. Partiendo de la premisa que el liderazgo tiene que ver con las personas con quién nos relacionamos, ser inteligente emocionalmente parece una cualidad sine qua non para liderar. Y de la misma manera que cuando nos subimos a un avión, los azafatos/as nos recuerdan que debemos ponernos nosotros mismos en primer lugar la mascarilla de oxígeno antes de ayudar a los demás, con el liderazgo nos pasa lo mismo. Independientemente de la visión que tengamos al respecto, será muy complicado motivar, dirigir o hacer equipo si nosotros mismos no nos hemos preocupado y ocupado de estar en las mejores condiciones para ello. La autenticidad, como una de las características más destacadas de un líder, es el espejo de lo que se trasmite y en la mayoría de ocasiones es un reflejo natural e incontrolable difícil de eludir o esconder. Quizá podremos disimularlo unas semanas, pero con el tiempo cada uno se comporta como tal y como es y está.  

 En consecuencia, trabajar en nuestro propio desarrollo personal y profesional es sinónimo de desarrollar nuestro liderazgo. Es tomar las riendas de nuestra propia vida, acordando decisiones de manera independiente y manteniendo el foco en los objetivos que nos propongamos. Es alcanzar el equilibrio emocional necesario para liderarme y liderar. Las claves para liderarnos son muchas, pero si queremos empezar por los primeros pasos, irremediablemente hemos de bregar con nuestro: 

 – Autoconocimiento. No sólo ser consciente de nuestros aspectos de mejora y nuestras fortalezas, sino también identificar nuestros pensamientos, emociones y reacciones que resultan de determinadas situaciones que las originan. Conocerlas, nos permitirá gestionarlas de la manera más adaptativa posible a la situación y a mis propios valores.   

 – Energía. Tener la capacidad de autogestionar mi tiempo regulando mis propias emociones con el objetivo de ajustar mis recursos y conductas. Dedicar un tiempo diariamente a uno mismo para organizarse, reflexionar, escucharse y revisar los aspectos que se pueden mejorar es fundamental mantener nuestros compromisos con nosotros y con los demás. Motivarme para poder motivar.  

 – Bienestar. Saber poner límites es sinónimo de rendimiento, para alcanzar un rendimiento óptimo siempre tenemos que renunciar a algo. No es cierto que, trabajando fines de semana, en vacaciones o con jornadas maratonianas obtengamos mejores resultados. En Luxemburgo, Suecia y Holanda, donde se trabaja menos horas, son más productivos que Rumanía, Polonia o Hungría,  en los que el tiempo de trabajo es más largo.  Y lo más importante, estos malos hábitos afectan directamente a nuestra salud. En un estudio de 2018 de Salesforce, a partir de la entrevista a 2.200 empresas, afirmó que el 22% de los entrevistados reconocían que ellos o algún miembro de su plantilla había sufrido alguna baja laboral por razones de salud mental. Establecer hábitos mentales saludables además de dormir, comer y hacer ejercicio de acuerdo con nuestro desgaste es la asignatura pendiente del líder. La salud es nuestro mejor talento.  

 – Entorno. Aceptar y afrontar las situaciones que nos toca vivir y con quién nos toca vivir, tomando decisiones que nos proporcionen los resultados que esperamos. Y en este proceso las personas que nos rodean tienen mucho que decir. Dicen que nos acabamos convirtiendo en las 5,7 personas con las que más interactuamos. No será lo mismo afrontar situaciones complejas con personas que no nos aporten nada, a rodearse y conectarse con personas que sumen, que saquen lo mejor de nosotros, que nos impulsen a ser mejores y que, sobre todo, nos permitan ser nosotros mismos. Nuestra calidad de vida va en función de la calidad de nuestras relaciones. Cuidarse también es cuidar. 

Hablar de liderazgo ya no es hablar sólo de gestión de equipos y metodologías de trabajo, es hablar de uno mismo, es mirarse al espejo y mejorar como persona. El líder actual empieza mejorando sus hábitos y desarrollándose de manera coherente para estar preparado a dar lo mejor con los demás. Sólo mejorando primero como personas podremos mejorar nuestro liderazgo, y en este proceso nuestro autoconocimiento, energía, bienestar y entorno marcarán el camino. 

Autor: 

Francesc Porta Nuñez
Master en couching directivo deportivo y psicologia de alto rendimiento
Licenciado en psicologia y postgrado en gestión de Recursos Humanos

Número de colegiado: 26629