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La ilusión es el motor de nuestra vida, la motivación es la energía que nos impulsa cada mañana para afrontar los retos desafiantes. La rutina mata la ilusión y la frustración consume toda nuestra energía bloqueando las iniciativas y ralentizando los movimientos para alcanzar nuestras metas.

¿Recuerdas el primer día de clase, recuerdas el primer día de trabajo? ¿la primera cita el primer beso…? ¿Querrías sentirte así cada día, como si fuera la primera vez? ¿Podemos lograrlo?

Mantener la ilusión y la motivación a la altura de las circunstancias es tarea de cada uno de nosotros, nadie puede hacerlo por nosotros, aquí vamos a tratar de desvelar los secretos para mantenernos con la ilusión y la motivación del primer día.

La Ilusión del Primer Día: ¿Por Qué Nos Sentimos Tan Motivados al Comienzo?

1. El Efecto del Nuevo Comienzo:

La ilusión es un motor poderoso en nuestra existencia. Nos impulsa a perseguir objetivos, soñar y diseñar nuestras metas. A medida que avanzamos en la vida, a veces sentimos que el depósito de nuestras ilusiones se agota. Sin embargo, renovar nuestras ilusiones es clave para mantenernos motivados y llenos de energía.

Cuando nos enfrentamos a algo por primera vez, experimentamos la magia de lo nuevo. Generamos un plan mental, imaginamos cómo será, qué nos aportará y nos sentimos motivados para mostrar nuestra mejor versión ante lo desconocido. La ilusión de las primeras veces no está solo en las situaciones, sino en las ganas y la actitud con las que nos enfrentamos a ellas.

La ilusión está conectada a emociones positivas. Nos hace sentir bien, plenos y entusiasmados. Es nuestra compañera de viaje, impulsándonos a alcanzar nuestros sueños y objetivos a largo plazo. Cultivar la ilusión aviva nuestro sentimiento de felicidad y nos ayuda a mantenernos motivados.

2. La Rutina y la Pérdida de Motivación:

La rutina es como ese suave viento que, sin darte cuenta, apaga la llama de la ilusión. Al principio, todo es nuevo y emocionante. Pero a medida que repetimos las mismas acciones una y otra vez, la novedad se desvanece y la rutina se instala.

Aquí hay algunas estrategias para mantener la ilusión y con ella, la motivación a largo plazo, incluso después de que la emoción inicial haya pasado:

Establece Objetivos Claros y Significativos: Define metas que te inspiren y tengan un propósito. Cuando sabes por qué estás haciendo algo, es más fácil mantener la motivación. Rétate, crea pequeños retos diarios: Rompe la rutina estableciendo pequeños desafíos. Estos pueden ser diarios o semanales.

Visualiza el Éxito: Imagina cómo te sentirás cuando alcances tus objetivos. Tu capacidad de visualizar mantendrá viva la motivación.

Introduce innovación: Proporciona cambios a la rutina. Esto puede ser desde cambiar los horarios en los que haces una determinada tarea hasta explorar nuevos itinerarios, procedimientos, medios de transporte o los menús del tupper que preparas para la oficina.

Celebra los Logros: Reconoce tus avances, incluso los pequeños. Celebra cada paso hacia tus objetivos, cada paso celebrado es energía extra acumulada para avanzar al siguiente reto.

Busca Apoyo: Comparte tus objetivos con amigos o familiares. Tener a alguien que te anime y te motive puede marcar la diferencia.

Aprende Constantemente: Busca nuevas fórmulas para mejorar, enriquecer, sorprender, no importa si es en tus reuniones, informes, correos electrónicos o en la decoración de tu sala de estar. Recuerda, la novedad genera sorpresa e inspira la ilusión.

Evalúa tus objetivos con frecuencia y ajústalos si es necesario. La adaptabilidad es clave para mantener la motivación.

3. El Papel de las Expectativas:

La evaluación de los objetivos y la readaptación de estos desempeñan un papel crucial en nuestra percepción de las expectativas. Vamos a explorar cómo influyen y por qué a veces nos sentimos desilusionados y desmotivados cuando la realidad no se alinea con nuestras expectativas iniciales.

“¡Este año sí que sí! Voy a comer más sano, voy a hacer ejercicio, voy a llevar la agenda al día o a aprender a tocar la guitarra.” ¿Te suena familiar? Todos hemos tenido esas expectativas ambiciosas al comienzo de un nuevo proyecto, año o incluso una simple semana. Pero, ¿qué pasa cuando la realidad decide jugar al escondite con nuestras ilusiones?

 

A veces, la vida es como una carrera de obstáculos, cada obstáculo representa un objetivo que quieres alcanzar: conseguir ese ascenso, aprender a cocinar paella o simplemente no perder las llaves de la casa una vez más esta semana. La teoría de la motivación de la expectativa que Víctor Vroom formuló ya en el año 1964, sugiere que nuestras elecciones y comportamientos están influenciados por lo que creemos que nos llevará al resultado más beneficioso, teniendo en cuenta tres pilares fundamentales.

1- Expectativa: Es como el GPS de tu motivación. Crees que, si aumentas tus esfuerzos, llegarás a la meta. Si piensas que puedes, estás más dispuesto a intentarlo. Si no, probablemente pensarás que más vale lo malo conocido y decidas ahorrarte la energía.

2- Instrumentalidad: Aquí entra en juego la recompensa. ¿Tu esfuerzo se traducirá en un aumento de sueldo, un abrazo virtual o un diploma de “Mejor empleado del año”? Si no ves la conexión entre tu esfuerzo y la recompensa, la motivación se esfuma rápido.

3- Valencia: El valor subjetivo que le das a la recompensa, que se basarán en la percepción personal, emociones y contexto.

La Desilusión y la Realidad

Pero ¿qué pasa cuando la realidad decide jugar al escondite con nuestras expectativas? Ahí es cuando entra en escena la desilusión. Algunas razones por las que nos sentimos desilusionados:

– Sobrevaloración: A veces idealizamos situaciones o personas. Tal vez al comenzar en tu nuevo puesto te das cuenta de que hay desafíos que no te mencionaron en la entrevista, que la carga de trabajo es abrumadora, la comunicación interna es deficiente o la presión para cumplir con los objetivos es alta. Y que, además, algunos compañeros de trabajo no son tan colaborativos como esperabas. En este caso, tus expectativas iniciales estaban sobrevaloradas. La realidad del trabajo no coincide con la imagen idealizada que tenías en mente. Aprovecha la oportunidad, las expectativas excesivamente altas pueden llevar a la decepción, pero también pueden ser una oportunidad para crecer y desarrollarte profesionalmente.

– Falta de Información: Nuestras expectativas pueden basarse en información incompleta o distorsionada. Contrasta y completa siempre la información y si aún así percibes realidades diferentes, celébralo y busca herramientas que te permitan adaptarte a la situación real.

– Cambios Circunstanciales: La vida es como un juego de Monopoly: a veces caes en la casilla de “Impuestos” y pierdes todo tu dinero. Las circunstancias cambian, y lo que esperábamos puede no materializarse debido a factores externos. No dejes que los factores externos minen tu determinación, no siempre puedes influir en lo que te pasa, pero siempre puedes decidir cómo te afecta lo que pasa.

Así que, querido lector, sigue soñando, pero mantén los pies en la tierra. Las expectativas influyen en cómo percibimos la motivación, pero también pueden ser la trampa que nos hace tropezar. Ajusta tus gafas de expectativas, sé amable contigo mismo y recuerda que la vida es como una caja de chocolates: nunca sabes cuál te va a tocar.

Recuerda que la motivación no es constante; fluctúa. Pero con práctica y enfoque, puedes mantenerla encendida incluso cuando la novedad se desvanece. ¡Sigue adelante, avanza, cada día puede es un nuevo día, cada día puede ser un buen día!